Desde el anuncio del lanzamiento de Libra, la moneda virtual de Facebook, a mediados de junio pasado, las criptomonedas han dominado los titulares a nivel mundial, especialmente con respecto a un debate que está surgiendo dentro de los países desarrollados occidentales: ¿Cómo regular el mercado de las criptomonedas?

Este no es un tema sin importancia, pues la forma en que los gobiernos y sus agencias regulatorias ejerzan la vigilancia sobre las criptomonedas, determinará la forma en que este mercado, y las tecnologías que vienen aparejadas con él, se desarrollaran.

Y es que, conseguir un equilibrio entre el control necesario que debe ejercer el Estado sobre un nuevo mercado como este, y la libertad suficiente para que los emprendedores puedan experimentar y aplicar las nuevas tecnologías para construir un mundo mejor, es una tarea que no parece ser sencilla para los legisladores de las grandes potencias.

Por ello, en muchas ocasiones las empresas dedicadas al desarrollo de tecnologías como Blockchain, prefieren ubicar sus sedes en países como Seychelles, en donde las regulaciones son mínimas en comparación con grandes hubs financieros como Londres y Nueva York, en donde ante la falta de una legislación adecuada para las criptomonedas, se les aplica la misma que a los activos financieros tradicionales.

Sin embargo, ubicar la sede en uno de estos países con regulaciones mínimas no es tan positivo como pudiera pensarse. Y es que, debido justamente a esta ligereza regulatoria, los activos de las compañías de Blockchain en general y criptomonedas en particular, no se encuentran tan protegidos como lo estarían en ciudades con mayores regulaciones e impuestos.

Asimismo, en estos países no existen los sistemas de combate contra la legitimación de capitales que si existen en el primer mundo, donde además puede tenerse acceso a capitales de mayor tamaño y por tanto mercado financieros con más liquidez.

Ante esta situación, un grupo de países pequeños entre los que se encuentran Bielorrusia, Malta y Estonia, se han propuesto desarrollar un marco regulatorio moderno y adaptado a las necesidades de las empresas que trabajan en este sector, lo que sumado a incentivos como exenciones de impuestos, y canales de comunicación permanentes entre empresas y agencias regulatorias, impulsaría la localización de empresas tecnológicas en sus jurisdicciones.

A este respecto, el caso de Bielorrusia es paradigmático, pues en este país de Europa del Este el esfuerzo para la creación de un marco legal adecuado fue liderado por un emprendedor, Viktor Prokopenya, quien habría mantenido una reunión de tres horas en 2017 con el Presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, de donde surgió el encargo para el primero de proponer un proyecto que permitiese al país aprovechar el creciente mercado de criptomonedas.

“La idea fue crear todo desde cero para estar seguros de que sería libre en algunos aspectos donde debe ser libre, y muy riguroso en otros”, declaró Prokopenya en una entrevista a Reuters, refiriéndose al proyecto de donde surgiría el nuevo marco regulatorio bielorruso.

Para los países pequeños, un mercado que se espera aumente 4.000 millones de dólares los próximos 5 años, representa una enorme oportunidad para impulsar su propio desarrollo, colocándose a través de la innovación a la delantera de los esfuerzos para desarrollar nuevas tecnologías, y generando riquezas para sus Estados en el proceso.

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