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La verdadera Inteligencia detrás del Internet de las Cosas

Si hay dos cosas en la vida por las cuales la gente siente especial fascinación son los números, y la capacidad de predecir el futuro. Bueno, algunos hubieran dicho que el dinero y el tiempo libre, en cuyo caso sería un punto de vista bastante válido también.

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Si hay dos cosas en la vida por las cuales la gente siente especial fascinación son los números, y la capacidad de predecir el futuro. Bueno, algunos hubieran dicho que el dinero y el tiempo libre, en cuyo caso sería un punto de vista bastante válido también.

De lo que tratan ambos asuntos es de algo primordial para la sobrevivencia de nosotros como especie, en primer lugar, y, por otra parte, para el mantenimiento del estado actual de las cosas, del sistema en el cual “somos, vivimos y nos movemos”. Se trata, sencillamente, de la reducción de la incertidumbre, de la necesidad de saber.

Desde mucho antes de que existiera la era informática, hubo también centros de datos, donde se recopilaba una parte importante del conocimiento de la humanidad. La Biblioteca de Alejandría y la de Éfeso son ejemplos de ello. Cada civilización antigua tuvo, además, sus medios para adelantarse a los hechos futuros.

El oráculo de Delfos, Nostradamus, los sacerdotes del antiguo Egipto, Edgar Cayce, Parravicini, astrólogos, magos, médiums y videntes de todas las épocas se encargaron de vaticinar el resultado de guerras, invasiones, cuitas, y negocios de sus reyes, sultanes y emperadores; en nuestros días, de presidentes, ministros, estrellas del espectáculo, empresarios, o simplemente advertían, a quien quisiera escuchar, sobre las siguientes tragedias o fenómenos que azotarían al mundo.

Se dice que hasta Ronald Reagan tuvo su astróloga personal, Joan Quigley, a quien consultó mientras fue el inquilino de mayor rango en la Casa Blanca.

En la imagen de abajo se puede observar Benjamín Solari Parravicini, un renombrado vidente argentino.

El poder del Internet de las Cosas 1

Hablando de oráculos, el nombre de una de las compañías mas importantes, y pionera, del sector de las bases de datos es precisamente ése: Oracle.

Cuestión de cifras

Con el transcurrir del tiempo, naturalmente, teníamos cada vez más datos que procesar. En la era moderna hicieron su aparición los DBMS, o sistemas de administración de bases de datos, luego vino SQL, un lenguaje que permite la consulta de las mismas, y otros códigos derivados.

Empresas tecnológicas han seguido desarrollando las herramientas necesarias para hacer frente a las enormes cantidades de información que requieren ser clasificadas y estudiadas. Actualmente el 90% del sector de las bases de datos se reparte entre Oracle, Microsoft, IBM, SAP y Amazon Web Services.

La globalización, Internet y el empleo 24/7 de las tecnologías de la información están produciendo cantidades sorprendentes de datos a cada instante. Se estiman que existen, en estos momentos, unos 23 mil millones de dispositivos conectados en todo el mundo, de los cuales aproximadamente 2,53 mil millones son teléfonos inteligentes, y 1,32 mil millones son tabletas, según datos de Statista.

Los usuarios de Internet ascienden a 3,8 mil millones. Nada mal, considerando que “apenas” somos 7.613 millones de habitantes en el planeta.

A principios de 2014, los teléfonos celulares y tabletas cargaron y descargaron alrededor de 2 exabytes (1 exabyte = 1 mil millones de gigabytes) de datos. A principios de 2017, los datos creados en dispositivos móviles se dispararon a más de 8 exabytes al mes.

El poder del Internet de las Cosas 2

En 60 segundos

Las siguientes cifras revelan que en un minuto pueden pasar millones de cosas, sobre todo cuando se trata de lo que sucede en Internet:

  • Un promedio de 840 personas abre su perfil en redes sociales.
  • Twitter registra aproximadamente 481.000 tweets.
  • En YouTube los usuarios acceden a 4,3 millones de videos.
  • Se postean de alrededor de 650.000 publicaciones, 510.000 comentarios, se actualizan 293.000 estados y se suben 136.000 fotos en Facebook.
  • En Google se llevan a cabo 3,607,080 búsquedas.
  • WhatsApp registra 38 millones de mensajes.
  • En Instagram 174.000 personas están mirando fotos.
  • Amazon vende más de 600 productos y factura por encima de 222.000 dólares.
  • En Tinder se revisan unos 972.222 perfiles.
  • Unas 375.000 aplicaciones son descargadas desde las tiendas de Apple y Google.

El poder del Internet de las Cosas 3

Internet de las cosas (IoT)

La llamada Internet de las Cosas fue una idea propuesta por Kevin Ashton en 1999, y trata de la interconexión digital de los objetos cotidianos, entre sí y con Internet. Si objetos de la vida diaria tuvieran incorporadas etiquetas de radio, podrían ser identificados y gestionados por otros equipos, de la misma manera que si lo fuesen por seres humanos.

Por ejemplo, si los libros, termostatos, refrigeradores, la paquetería, lámparas, botiquines, partes automotrices, entre otros, estuvieran conectados a Internet y equipados con dispositivos de identificación, como las mencionadas etiquetas, no existirían, teóricamente, artículos fuera de stock o medicinas vencidas; sabríamos dónde está cada cosa, cómo son consumidas en el mundo; los extravíos serían casi inexistentes y sabríamos qué está encendido o apagado en todo momento.

Por supuesto, todo eso, a primera vista suena muy bien. Es decir, que gracias a la IoT podamos saber, con exactitud, cuál es el tiempo real de vida útil que le queda a una pieza de una turbina de avión es francamente excelente.

Pero está la otra Internet de las Cosas, donde esas cosas, al parecer, somos nosotros mismos. Es una idea tan genial, y que ha trabajado tan maravillosamente, que son los propios objetos quienes adquieren voluntaria, más no gratuitamente, la etiqueta de radio que los delatará desde ese momento en adelante. Me refiero, señoras y señores, a su omnipotente, omnipresente, siempre en línea, y costoso dispositivo móvil.

Ya hemos atisbado la escala en la que se encuentra la masificación del uso de los teléfonos inteligentes y tabletas, y las proyecciones son más que alentadoras. Para el año 2020 estarán circulando, debidamente conectados, unos 2,87 mil millones de smartphones en todo el mundo.

Gracias al bombardeo inclemente de los medios y las fortunas en publicidad que gastan los fabricantes, la presión por hacerse de un aparato móvil, o de renovarlo frecuentemente, puede llegar a ser francamente agobiante.

¿Y qué sucede con los datos generados por los usuarios? Cada vez que usted lo enciende, o lo apaga, (IoT, amigos míos), el dispositivo (o su propietario) reporta en qué sitio se encuentra (“necesitamos saber su ubicación para continuar con…”), qué aplicaciones usa, por cuánto tiempo, qué estaba haciendo cuando utilizó la aplicación, cuántos contactos tiene, el tono de su voz (sí, su voz queda registrada, y en algún momento puede ser usada para identificarlo), y la lista sigue.

Los avances de la tecnología son, sin duda alguna, algo bueno. Es cierto que hacen más fácil la vida de millones de seres cada día, y lo seguirán haciendo, pero estamos siendo convertidos en sujetos de consumo, pagando, además, por ello.

Porque con los datos que salen de esos lujosos dispositivos móviles, diariamente se va armando nuestro perfil de consumidor, el Santo Grial del marketing planetario, la bola de cristal moderna que descubre nuestros futuros movimientos, gustos y disgustos, para, finalmente, terminar siendo parte de esa masa incalculable de información con la que se alimenta el Gran Hermano, la verdadera inteligencia escondida entre los miles, o millones, de exabytes de un desconocido universo digital.

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