Singapur, archipiélago del sudeste asiático, es actualmente una de las naciones más prósperas en todo el mundo. Con un PIB per cápita mayor a los 56 mil dólares anuales, su población se cuenta entre las más ricas del mundo. Debido a sus altos índices de industrialización, forma parte de los “cuatro tigres asiáticos”, junto a Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán.
Con uno de los principales centros financieros del mundo y los puertos que mueven más mercancía de Asia, la denominada ciudad-estado se encuentra entre las más prósperas del mundo. Un rasgo que la caracteriza es su estricta política ambiental, que la ha convertido en modelo a seguir para la preservación del medio ambiente.
Sin embargo, Singapur no siempre fue así. Luego de ser colonizada varias veces y expulsada de Malasia, para los años 70 la ONU declaró que se había convertido en un desastre ambiental. Este artículo trata de explicar cómo el país pasó de desastre a ejemplo a seguir.
Singapur de ayer y hoy
Singapura (ciudad de lo leones), o simplemente Singapur, inició su historia moderna cuando en el siglo XIX los británicos construyeron puertos en el territorio. Desde ese momento, la principal actividad económica del país se derivó de las actividades portuarias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, fue invadida y ocupada por el impero japonés ya que, para el momento, era la principal base naval de los Aliados. Con el fin del conflicto armado también se dio fin a la ocupación, dejando a la nación en un estado de caos y anomia.
Luego de varios intentos de autogobierno, Singapur decide anexarse a la Federación de Malasia en 1963. Pero, menos de un año después, ya existían serios problemas por la unificación de las naciones. Las diferencias raciales llevaron a diversos enfrentamientos entre singapurenses y malayos, lo que llevó a que en 1965 el Parlamento de Malasia expulsara a Singapur de la Federación.
Luego de su nueva independencia el panorama no era favorable. Desempleo, problemas de urbanización y educación, falta de recursos y sanidad insuficiente imperaban dentro del territorio.
Pero, gracias a los esfuerzos de su nueva administración, Singapur pronto se convirtió en uno de los principales países industrializados del mundo. Para los años 80, ya se contaba entre los principales centros de refinado, tenía un crecimiento en su PIB, su economía se había abierto a nuevas áreas, incluida el turismo e iniciaron los esfuerzos para hacer de ella una ciudad verde.
La ciudad verde
Las exaldeas de pescadores, luego de los diferentes conflictos en los que se vio envuelto el territorio, se convirtieron en depósitos de contaminación. El trabajo de limpieza fue tan exhaustivo que duró 10 años, iniciando en 1977. Habitantes locales que participaron en la limpieza cuentan que el primer día sacaron el equivalente a 32 elefantes de basura.
Actualmente, luego de la recuperación de varias zonas de la ciudad para convertirlas en reservas ecológicas, Singapur cuenta con la mayor biodiversidad en un área urbana, con 65 especies de mamíferos, 390 de aves, 110 de reptiles y 2.00 de animales marinos.
A pesar de ser uno de los territorios más densamente poblados, las áreas verdes alcanzan el 46% del país y en número va en aumento. En la nación existe una ley que obliga a reponer espacios vedes cada terreno construido, por lo que los parques naturales se multiplican.
La tecnología también hace su aparición en pro del ambiente. En la ciudad se construyeron “árboles vivero” de hierro, con aproximadamente 50 metros de altura. Aunque diversidad de flora y fauna anidan en ellos, su función es recolectar y almacenar energía solar para utilizarla en eventos nocturnos. El paseo donde están estos árboles se cuenta entre los principales atractivos turísticos del país.
Luego de los desastres vividos a lo largo de su historia y tomando en cuenta la falta de recursos naturales propios, la protección del medio ambiente se ha convertido en una necesidad para los habitantes del archipiélago.
“Salvo el refinamiento de petróleo, su producción, principalmente electrónica y servicios financieros, no son ramas contaminantes de su economía. También influye un factor geográfico. Al ser un país pequeño, las políticas verdes son un elemento de supervivencia”, afirma el especialista en inversiones asiáticas, Gonzalo Ghiggino, según Clarín.
Para asegurar la preservación ambiental, Singapur tiene una estricta lista de normas con las cosas que no se pueden hacer. La prohibición de masticar o vender chicle, fumar en entradas de edificios o espacios verdes, tirar colillas de cigarrillo en la calle, alimentar a los pájaros y dormir al aire libre son sólo algunas de ellas.
En la nación existen tantas reglas que los mismos pobladores aseguran no estar seguros de si en algún momento están cometiendo una infracción.
La “no prohibición” de Singapur
En un país donde existen normas hasta para elegir el color del que se pintará una casa, se creería que estaría a la vanguardia en las regulaciones y prohibiciones de todos aquellos artículos que se consideren controversiales o amenazas potenciales, como muchas naciones han descripto a las criptomonedas.
Sin embargo, es importante recordar que Singapur es una potencia financiera, que aboga por la innovación, nuevas tecnologías y el desarrollo de la industria FinTech. Por lo que su posición con respecto a los activos digitales no es tan cerrada como se creería.
El gobierno de la nación ya ha anunciado que no prohibiría las transacciones con criptomonedas dentro del territorio, por no considerarlas un peligro para la economía ni el sistema financiero.
Otra de las medidas tomadas por la administración de Singapur fue lanzar un programa que busca acelerar las patentes FinTech que estén relacionadas con la tecnología blockchain.
Singapur se encuentra entre los países líderes en diferentes sectores: desarrollo humano, innovación, finanzas, medio ambiente, etc. Considerando su historia, es impresionante analizar como una nación casi en ruinas para la década de los 70, sea una potencia económica en la actualidad; y se haya convertido en un ejemplo ambiental a seguir por el resto del mundo.