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El uso de chatbots de inteligencia artificial como apoyo cotidiano en el trabajo dejó de ser una curiosidad para convertirse en un patrón estructural. Cada vez más empleados consultan a asistentes de IA para resolver dudas, tomar decisiones o validar ideas que antes discutían con colegas humanos. El cambio mejora la productividad, pero empieza a tensionar los vínculos laborales.
Según datos citados por Upwork y Gallup, una parte creciente de los trabajadores reconoce tener hoy una mejor relación con la IA que con sus propios compañeros. En 2025, el 85% reportó mayores niveles de desconexión emocional en el trabajo, frente al 75% registrado en 2023.
La IA como «colega sin fricción»
En empresas tecnológicas, el fenómeno ya es visible. En Anthropic, ingenieros admiten que ahora consultan primero a Claude antes que a otros miembros del equipo. Un empleado lo resumió con crudeza: «Me gusta trabajar con personas, pero es triste que ahora las necesite menos».
La lógica es simple: el chatbot responde rápido, no juzga, no interrumpe y está disponible todo el tiempo. Para muchos trabajadores, la IA se está convirtiendo en una especie de «Google interactivo», capaz de resolver preguntas que antes implicaban una conversación humana.
Productividad a cambio de vínculos
Los números refuerzan la tendencia. Una encuesta de julio de 2025 mostró que el 64% de los trabajadores con mejoras de productividad impulsadas por IA dijo sentirse más cómodo interactuando con la tecnología que con colegas humanos. El 67% afirmó confiar más en la IA que en personas de su equipo.
Expertos laborales advierten que esta comodidad puede tener un costo oculto. Kelly Monahan, consultora y exinvestigadora de Upwork, alertó que la retroalimentación «siempre complaciente» de la IA puede empobrecer el pensamiento crítico y debilitar la innovación colectiva.
Organizaciones más eficientes, pero más solas
La preocupación no es inmediata, sino estructural. Hoy las empresas ganan eficiencia; mañana podrían enfrentar equipos fragmentados, con menos mentoría, menos fricción creativa y vínculos más débiles.
Algunos defensores de la IA sostienen que el problema no es la tecnología, sino cómo se usa. En KPMG, por ejemplo, se experimenta con herramientas de IA orientadas a preparar conversaciones humanas, no a reemplazarlas. La apuesta es que la próxima ola de adopción sea colaborativa y no aislante.
Señal de fondo
La IA no está reemplazando solo tareas. Está redefiniendo silenciosamente cómo las personas piden ayuda, confían y colaboran en el trabajo. El riesgo no es la automatización, sino la erosión gradual de los lazos que sostienen a las organizaciones.

















