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Un momento decisivo para la credibilidad digital.
Vivimos una era de cambio profundo. La generación de contenidos por IA explota.
La difusión de «deepfakes» y mensajes automatizados pone en jaque la confianza pública. Por eso urge determinar quién decide lo que consideramos verdad y con qué criterios.
Moderación y ley: nuevos marcos reguladores emergen
En 2025, varios gobiernos mueven ficha. En España, un proyecto de ley ya tipifica como delito los deepfakes sexuales sin consentimiento. Esa propuesta pretende proteger la intimidad, el honor y la propia imagen, y dar herramientas legales contra esa manipulación.

Al mismo tiempo, la Unión Europea impulsa un código de buenas prácticas para el etiquetado de contenidos generados por IA. Ese marco busca garantizar transparencia y permitir que los usuarios identifiquen lo auténtico de lo artificial.
Estas iniciativas muestran un pacto emergente: la ley y la regulación reconocen que los humanos y los algoritmos comparten la responsabilidad de determinar la verdad.
La IA discrimina y automatiza… con riesgos reales
La moderación automática tiene ventajas: escala, rapidez y alcance global. Pero conlleva riesgos. Un informe reciente revela que los fraudes basados en deepfakes y en IA aumentaron notablemente en los últimos dos años.
Además, un estudio académico recién publicado advierte: muchos detectores de deepfakes, aunque avanzados, fallan al verificar contenidos reales fuera de entornos controlados. Esa limitación debilita su eficacia en el mundo real.
Por ello, depender únicamente de algoritmos para decidir lo que es verdadero puede ser peligroso. Se necesita supervisión humana, transparencia y controles claros.
Deepfakes: definen el límite entre lo real y lo manipulado
Los deepfakes representan la amenaza más visible. Videos, audios o imágenes manipuladas logran engañar al ojo humano. Pueden servir tanto para entretenimiento como para estafar, difamar o manipular políticamente.
Por eso muchos países no se quedan de brazos cruzados. En Europa, un ejemplo es una propuesta en un Estado miembro para considerar la voz, el rostro o el cuerpo como propiedad personal. Esa medida permitiría prohibir la creación o difusión de imitaciones sin consentimiento.
Este enfoque busca reforzar un pacto: la tecnología puede existir, pero solo bajo reglas claras que protejan la identidad, la dignidad y la verdad.
Credibilidad, transparencia y responsabilidad compartida
La verdad ya no depende solo de quién publica, sino también de quién modera, etiqueta y regula. La combinación de IA + ley + vigilancia humana podría convertirse en norma.
La transparencia es clave. Las plataformas deben indicar cuándo un contenido proviene de IA. Los usuarios merecen saberlo. Las instituciones deben garantizar derechos. Y la sociedad debe comprometerse a verificar lo que consume.
Hacia un nuevo equilibrio: humanos y algoritmos unidos por la verdad
El nuevo pacto no se trata solo de tecnología. Se trata de ética, derechos y confianza colectiva. La regulación reciente demuestra que hay voluntad política. La IA ofrece herramientas poderosas. Pero sin supervisión humana, sin controles claros y sin transparencia, la credibilidad colapsa.
La clave: unir lo mejor del ser humano -juicio, contextos, valores- con la potencia de los algoritmos. Solo así lograremos un entorno digital sólido, confiable y digno de fe.

















