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Las minutas de la reunión del 19 de septiembre de 2025 muestran que la junta directiva del Banco de Japón (BOJ) discutió con intensidad la conveniencia de incrementar las tasas de interés desde el 0,50% vigente.
Aunque dos miembros abogaron por un alza inmediata hasta el 0,75%, el consenso fue mantener los tipos por ahora. Las razones: la necesidad de más datos duros y los riesgos globales que podrían alterar la recuperación económica japonesa.
La postura de cautela cobra relevancia en un momento en que Japón busca consolidar el alza salarial, inflación sostenible cercana al 2% y estabilización del mercado laboral, tras décadas de deflación y estímulos monetarios masivos. Además, el contexto externo -especialmente la ralentización de la economía de EE. UU. y la caída del yen- también pesó en la decisión.
La tensión entre inflación emergente y crecimiento frágil
El texto del acta revela que varios directivos del BOJ reconocieron que «las condiciones necesarias para subir tipos se estaban cumpliendo gradualmente», pero que «una subida en este momento podría sorprender al mercado y debía evitarse».
Al mismo tiempo, se señaló que la persistencia de la inflación de alimentos y el fortalecimiento de los salarios constituyen factores que impulsan al alza las expectativas de precios. Sin embargo, otros miembros advirtieron que esas expectativas aún «no están bien ancladas», lo que aconseja preservar unas condiciones monetarias acomodaticias.
La discusión también giró en torno al impacto de una apreciación del yen, que presionaría la competitividad de las exportaciones japonesas. Esto ocasionó que múltiples directivos del Banco de Japón interpretaran que esperar un poco más permitiría observar mejor el panorama salarial, las encuestas «Tankan» de negocios y los datos corporativos de ganancias antes de moverse.
El yen y los mercados reaccionan al tono prudente del BOJ
La señal que envía el Banco de Japón es ambivalente: por un lado, muestra una inclinación gradual hacia un endurecimiento monetario, mientras que, por otro, mantiene una postura de cautela ante los riesgos externos.
Además, el comportamiento reciente del yen frente al dólar, junto con el aumento en la rentabilidad de los bonos japoneses, sugiere que los mercados ya están anticipando una posible subida de tipos en los próximos meses.
Para los mercados de divisas, este sesgo dual refuerza la expectativa de que la próxima subida podría venir ya en diciembre o enero. Desde la perspectiva de la renta fija, los rendimientos japoneses podrían subir aún más si los inversores empiezan a descontar una política más restrictiva.
En el terreno doméstico, la banca y los grandes inversores prestarán atención a cada comunicado del BOJ y a los indicadores salariales. Todo esto debido a que la transición desde el estímulo, hacia una política más normalizada, representa también un cambio estructural en la economía japonesa.
Un cambio de fase en la política monetaria nipona
El acta de septiembre indica que el BOJ se encuentra en una fase de «espera activa y análisis» antes de retomar un ciclo de subidas de tasas. Aunque el alza no fue inmediata, el escenario favorece una eventual normalización, lo que marca un hito tras años de estímulos extremos.
Para Japón, la importancia es estratégica: lograr que la inflación llegue al 2% de manera sostenida, respaldada por subidas de salarios; siendo clave para romper con décadas de estancamiento. En cuanto a la perspectiva global, la decisión del BOJ tendrá efectos en mercados de divisas, en la curva de tipos japonesa y en la lógica de los bancos centrales en Asia.
En definitiva, el BOJ está anticipando una subida de tipos, pero condicionada a la confirmación de datos y al entorno global. Esa espera activa marca el inicio de una nueva etapa monetaria que los mercados están monitoreando con atención.

















