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En los últimos años, las redes blockchain se han presentado como soluciones descentralizadas capaces de resistir la censura, los colapsos financieros y las fallas estructurales. Sin embargo, cuando se enfrentan a contextos extremos -como guerras, apagones prolongados o migraciones masivas- surgen preguntas más complejas: ¿pueden estas redes operar sin conectividad? ¿Qué sucede cuando los nodos se apagan? ¿Cómo se comporta la descentralización en escenarios de alta tensión?
En este análisis exploramos casos reales donde la blockchain ha sido puesta a prueba en situaciones límite. Más allá del entusiasmo técnico, se trata de entender sus capacidades, sus límites y los aprendizajes que dejan estos contextos.
Ucrania: blockchain como herramienta de resistencia
Durante la invasión rusa en 2022, Ucrania se convirtió en uno de los primeros países en recibir donaciones masivas en criptomonedas como parte de su esfuerzo de defensa y ayuda humanitaria.
El gobierno ucraniano, en colaboración con el exchange local Kuna y el Ministerio de Transformación Digital, lanzó la iniciativa «Aid for Ukraine», que permitió recaudar más de 60 millones de dólares en activos como Bitcoin, Ethereum, Polkadot y USDT.
Estas donaciones se usaron para comprar equipamiento militar, medicinas y suministros. La blockchain permitió transferencias rápidas, sin intermediarios bancarios, en un contexto donde muchas instituciones tradicionales estaban paralizadas.
Sin embargo, también aparecieron desafíos: la volatilidad de los activos, la necesidad de convertirlos en moneda local y la dependencia de plataformas centralizadas para la custodia.
Este caso mostró que, en tiempos de guerra, la blockchain puede ser una herramienta útil, pero no autosuficiente. Requiere infraestructura, coordinación y acceso a servicios complementarios.
Líbano: colapso bancario y auge de cripto como refugio
Desde 2019, Líbano ha enfrentado una de las peores crisis financieras de su historia. Los bancos impusieron restricciones severas a los retiros, congelaron cuentas y limitaron el acceso a dólares. En ese contexto, muchos ciudadanos comenzaron a usar criptomonedas como alternativa para preservar valor y realizar pagos.
Según reportes de medios como CNBC y Reuters, el uso de Tether (USDT) se volvió común en transacciones cotidianas, especialmente en mercados informales. Algunos comerciantes aceptan pagos en stablecoins directamente desde wallets móviles, evitando el sistema bancario por completo.
Este fenómeno no fue impulsado por adopción institucional, sino por necesidad. Las criptomonedas ofrecieron una vía de escape ante la pérdida de confianza en el sistema financiero. Sin embargo, también enfrentaron barreras: falta de educación digital, riesgos de estafa y ausencia de regulación clara.
Líbano demuestra que, en contextos de colapso bancario, las criptomonedas pueden funcionar como refugio, aunque requieren acompañamiento educativo y técnico para evitar nuevos riesgos.
África: migración, desconexión y redes satelitales
En regiones de África donde la conectividad es limitada o inexistente, han surgido iniciativas que buscan llevar la blockchain más allá de Internet convencional. Blockstream Satellite, por ejemplo, transmite bloques de Bitcoin desde satélites geoestacionarios, permitiendo que nodos en zonas remotas puedan sincronizarse sin conexión terrestre.
Además, proyectos como Gotenna y Locha Mesh han desarrollado redes de malla (mesh networks) que permiten enviar transacciones vía radiofrecuencia o Bluetooth, sin necesidad de infraestructura tradicional. Estas tecnologías han sido probadas en comunidades rurales, campos de refugiados y zonas afectadas por desastres naturales.
Aunque aún están en fase experimental, estas soluciones apuntan a una blockchain más resiliente, capaz de operar en condiciones adversas. El reto sigue siendo la escalabilidad, el costo y la adopción comunitaria.
Gaza y otros territorios en apagón
En octubre de 2023, durante el conflicto entre Israel y Hamas, Gaza sufrió apagones eléctricos y cortes de Internet que afectaron a más de dos millones de personas. En ese contexto, el uso de criptomonedas se volvió prácticamente imposible para la mayoría de los residentes, debido a la falta de conectividad y energía.
Este caso revela una limitación estructural: por más descentralizada que sea una red, necesita nodos activos, dispositivos encendidos y acceso a la red para operar. Sin electricidad, no hay blockchain. Sin señal, no hay validación.
La descentralización no es inmune al entorno físico. En territorios bajo bloqueo o en zonas de guerra, la infraestructura básica sigue siendo un prerrequisito para cualquier tecnología.
Infraestructura crítica: ¿quién sostiene la red en tiempos de crisis?
En todos estos casos, la continuidad de las redes blockchain dependió de actores voluntarios, nodos móviles, validadores distribuidos y soluciones satelitales. La gobernanza también se puso a prueba: ¿quién decide qué hacer cuando una parte de la red queda desconectada? ¿Cómo se redistribuye el poder cuando los centros caen?
La resiliencia no solo es técnica, también es política. Las comunidades que sostienen estas redes deben estar preparadas para operar en escenarios de urgencia, con protocolos claros y herramientas adaptadas.
Aprendizajes y límites
Los casos analizados muestran que la blockchain puede ser útil en contextos de crisis, pero no es una solución mágica. Requiere infraestructura física, educación digital, coordinación comunitaria y adaptabilidad.
Romantizar la descentralización sin entender sus límites puede llevar a frustraciones o falsas expectativas. La tecnología debe ser acompañada por procesos humanos, redes de confianza y soluciones híbridas.
Proyecciones: ¿cómo se prepara Web3 para futuros colapsos?
Algunos proyectos están diseñando redes resistentes al apagón, con validadores solares, nodos móviles y protocolos que priorizan la resiliencia sobre la velocidad. La interoperabilidad entre redes, el uso de stablecoins y la integración con sistemas físicos son claves para avanzar.
Además, se están desarrollando modelos de gobernanza que permiten decisiones rápidas en momentos de urgencia, sin comprometer la descentralización.
¿Y entonces?
La blockchain no es solo una tecnología: es una narrativa de resistencia, una infraestructura que puede acompañar a comunidades en momentos difíciles. Pero para que esa promesa se cumpla, debe ser entendida, adaptada y sostenida desde lo local.
En tiempos de crisis, la pregunta no es si la blockchain puede operar, sino cómo, con quién y para qué. Y en esa respuesta, aún queda mucho por construir.

















