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En medio del debate global sobre tipos de cambio, inflación y productividad, Suiza lanza un mensaje claro: la fortaleza de una moneda no implica debilidad industrial.
En tiempos donde muchos países buscan devaluar sus divisas para impulsar exportaciones, el caso suizo demuestra lo contrario. La calidad, la innovación y la estabilidad pesan más que una moneda barata.
La obsesión con las divisas débiles: una estrategia engañosa
En los últimos años, muchos líderes económicos han adoptado una visión simplista: devaluar la moneda para mejorar las exportaciones. Donald Trump fue uno de los mayores defensores de esta política.

Pero esta estrategia tiene efectos secundarios graves. «Todo lo que se deprecia una divisa suele compensarse más tarde con mayor inflación», recuerdan los economistas. Al final, el tipo de cambio real vuelve al punto de partida, pero con pérdida de poder adquisitivo.
Suiza: productividad con una divisa fuerte
Ruchir Sharma, presidente de Rockefeller International, lo explica con claridad en el Financial Times. «El dólar no es la moneda más fuerte del mundo… ese título le corresponde al franco suizo». Y, lejos de perjudicar su economía, esa fortaleza ha sido una ventaja.
Suiza es la tercera economía más rica del planeta, solo detrás de Luxemburgo e Irlanda. Su moneda ha sido la más sólida en los últimos 50 años. Según Sharma, «nada se compara con una fortaleza duradera».
El caso suizo desmiente la idea de que una moneda fuerte perjudica las exportaciones. Actualmente, estas representan el 75% del PIB suizo. También suponen cerca del 2% de todas las exportaciones mundiales. Una cifra asombrosa para un país tan pequeño.
El mundo está dispuesto a pagar más por productos con el sello «Hecho en Suiza». Desde medicamentos hasta relojes de lujo, el prestigio suizo se impone. Como ocurrió en su momento con Alemania y Japón, la calidad y la innovación son la clave.

Innovación, pequeñas empresas y productividad récord
Suiza lidera los rankings de innovación de la ONU desde hace más de una década. Más de 100 dólares de PIB por hora trabajada la convierten en una de las economías más productivas del planeta.
Su sistema político descentralizado fomenta el emprendimiento. El 99% de sus empresas son pequeñas, pero muchas son líderes globales. Además, el país domina sectores complejos como el farmacéutico o los productos químicos.
«El Growth Lab de Harvard clasifica a Suiza como la principal economía por la ‘complejidad’ de sus exportaciones», apunta Sharma.
Una economía resistente y autosuficiente
La industria representa el 18% del PIB suizo.
Más de la mitad de sus exportaciones son de alta tecnología, el doble que en EE. UU. Además, Suiza mantiene un superávit por cuenta corriente superior al 4% desde 1980. Su inversión internacional neta supera el 100% del PIB.
Sharma destaca: «Los suizos han construido una economía resistente a cualquier clima. El franco se ha apreciado incluso durante crisis globales».
La verdadera lección: competir en calidad
Muchos creen que los milagros asiáticos se construyeron con divisas baratas.
Pero su éxito real vino por la inversión en infraestructuras y la apertura económica. Hoy, las economías avanzadas necesitan apostar por calidad e innovación, no por precios bajos.
«La lección de Suiza para países como Estados Unidos es que una moneda barata no soluciona un sector manufacturero en crisis», concluye Sharma.
Conclusión
Suiza demuestra que una economía puede prosperar con una divisa fuerte.
La clave está en la innovación, la calidad y una visión a largo plazo. Las monedas no destruyen fábricas. Las malas políticas sí.

















